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El Cielo

Algo que te escribí hace un tiempo

Me alzaste en brazos y vi el cielo. Estiré las manos para tocarlo, tal vez fue para tocarte.

No quería admitirlo, pero me alzaste y me mareé, me alzaste y me perdí de tantas vueltas viendo el cielo, tal vez tus ojos intentando coincidir con los míos, o todo tu rostro que se disolvía con los colores del fondo.

Quise tocar el cielo pero antes de extender al completo mis mano, me di cuenta de que el cielo oscuro de tu cabello era más firme, me di cuenta de que podía agarrarlo y enroscarlo entre mis dedos como más quisiese. El cielo de tus ojos, con el brillo típico del que hablan todos esos poemas de amor, se veía mas grande que el cielo del cielo.

El cielo de tu cara a dos centímetros de la mía ya era todo el cielo que veía y de repente, no hubo más cielo que el cielo que encerrabas en tu mirada, en tus cejas que se alzaban. El celeste y el blanco de antes ahora se coloreaba de las tonalidades calidas de tu carita, de tu sonrisa.

Quise tocar el cielo, pero tal vez, el cielo amplio y claro era lo que quedaba cuando vos ya no estabas. Tal vez, el cielo del cielo era el cielo que quedaba para aquellos que no tenían un cielo verdadero.