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Algo que te escribí hace un tiempo
- 2024/10/18 -
¿Por qué los libros de culto están escritos de forma rara?
- 2025/02/10 -
The Brutalist se presenta ante los críticos como la candidata ideal para ganar el Óscar, sin embargo su crítica se ve frustrada y los verdaderos motivos de la misma salen a la luz.
El Cielo
Algo que te escribí hace un tiempo
Me alzaste en brazos y vi el cielo. Estiré las manos para tocarlo, tal vez fue para tocarte.
No quería admitirlo, pero me alzaste y me mareé, me alzaste y me perdí de tantas vueltas viendo
el cielo, tal vez tus ojos intentando coincidir con los míos, o todo tu rostro que se disolvía con
los colores del fondo.
Quise tocar el cielo pero antes de extender al completo mis mano, me di cuenta de que el cielo
oscuro de tu cabello era más firme, me di cuenta de que podía agarrarlo y enroscarlo entre mis dedos
como más quisiese. El cielo de tus ojos, con el brillo típico del que hablan todos esos poemas de
amor, se veía mas grande que el cielo del cielo.
El cielo de tu cara a dos centímetros de la mía ya era todo el cielo que veía y de repente, no hubo
más cielo que el cielo que encerrabas en tu mirada, en tus cejas que se alzaban. El celeste y el
blanco de antes ahora se coloreaba de las tonalidades calidas de tu carita, de tu sonrisa.
Quise tocar el cielo, pero tal vez, el cielo amplio y claro era lo que quedaba cuando vos ya no
estabas. Tal vez, el cielo del cielo era el cielo que quedaba para aquellos que no tenían un cielo
verdadero.
La literatura es de cultos
¿Por qué los libros de culto están escritos de forma rara?
¿Por qué los libros de culto están escritos de forma rara? Parece una pregunta un poco pelotuda al principio, porque ya veo venir a los letrados y estudiantes de literatura diciendo que no entiendo de figuras retóricas ni de registro poético y literario. Puede ser que tengan razón, pero también puede ser que eso que se cuece entre las cúpulas de los literatos no sea lo mismo que se cuece desde una hornalla que apenas suelta gas y que hay que prender con un fósforo.
Un tal Ángel Rama, desde Uruguay ya se había dado cuenta de que los letrados, los cultos, los burócratas, toda esa élite, no era más que un mecanismo para silenciar a la realidad que se escondía detrás de tanto papel mojado. Ciudad Letrada es como va a denominar a todas las personas que dominan la palabra y se ajustan a un estándar, a un cánon y amoldan todo lo que dicen a las formas en las que se supone que deben ser dichas, sin salirse de los márgenes y sin molestar a nadie.
Pero, además del mecanismo de silencio que se esconde en toda esa gente culta, además de la voluntad de esconder que las hornallas no funcionan y se prenden con fósforo, ¿Qué busca la ciudad letrada? ¿Por qué los libros de culto se escriben de forma rara?
Está claro que la literatura es un arte y nunca me atrevería a atentar contra ella, pero si la literatura trata sobre contar historias, entonces mi abuelo, que nos contaba historias sobre cómo había escapado de Italia en medio de una guerra que parecía no dejar títere con cabeza, es el mejor literario que conocí en mi vida. Mejor que Borges y todo el teatro de Shakespeare metido en una bolsa, que bien de lejos parecen palabras sin sentido puestas las unas junto a las otras.
¿En qué momento, la literatura dejó de ser las historias que se inventaba mi mamá, acostada en mi cama conmigo, para que me durmiera lo antes posible? ¿En qué momento la literatura se volvió de culto? ¿En qué momento las historias que nos inventábamos con mis amigas en Wattpad se volvió basura? ¿En qué momento sometimos a la literatura a la lengua de los cultos? A esa lengua que no se entiende, que no tiene sentido para mi tío que se dedica a cuidar un huerto en un pueblo perdido de Italia, tampoco tiene sentido para mi papá que trabaja en una empresa haciendo números, ni para mis amigos que sí se recibieron de todo tipo de carreras universitarias. ¿En qué momento dejó de tener sentido algo que solamente pretendía transmitir una emoción? ¿En qué momento nos convencieron los cultos y literatos que todas esas palabras raras con un mensaje entre líneas era la verdadera literatura?
Parece que la buena literatura hoy en día tiene que seguir estableciéndose al canon y que no puede salirse de los márgenes de lo que los cultos impusieron, no se puede hacer un buen libro si no tiene una buena reflexión de fondo, si no está mínimamente bien escrito y si no viene de alguien a quien consideramos “culto”, porque los cultos saben lo que hacen, seguro que pueden explicar con mucha más claridad la realidad del pueblo con un par de metáforas y después de haberse leído la tradición que les precede.
La literatura buena, seguro que es la que escribió Shakespeare, seguro que supo retratar un tiempo y un pensamiento canon de una época, seguro que supo describir a la perfección de que se trataba eso del amor, seguro que en su lenguaje enrevesado se esconde un significado profundo, que cuando consigamos entenderlo o traducirlo a los modismos de hoy en día, es un antes y un después en la historia. Seguro que los letrados y los cultos esconden muchísimos simbolismos y lenguaje poético en sus obras y seguro que si todos fuéramos capaces de entenderlos sería un mensaje revelador para la humanidad.
Sin embargo, nadie entiende a Shakespeare sin haberlo estudiado y nadie entiende un cuento de Borges sin conocer un mínimo de filosofía, la literatura de culto, entonces, se armó un sitio muy privilegiado entre todos los demás, entre todos aquellos que no comprendemos a Borges ni Cervantes, porque se alzaron sobre los demás como aquellos poseedores de un conocimiento inaccesible para todo aquel que no lo hubiera estudiado con anterioridad.
Me gustaría decir que este es el lugar que se creó sólo para la literatura, para consolidarse como un arte de cultos, allá arriba, donde no todos pueden llegar. Pero ese lugar inaccesible es el lugar de todo conocimiento, el lugar de un médico, el lugar de un físico, de un biólogo, de un contable, de un político, de un periodista, de un carnicero, de un vendedor, de un filósofo, de un abogado.
Todos queremos ocupar un poco el papel de cultos, el papel de individuos expertos en algo que no todos entienden. Es así como todo se fue individualizando, como cada persona se vuelve experta en un área y tiene seguridad para decir que sabe más que el resto sobre ese campo de investigación. Esa es la sociedad que nos forjamos hoy en día, una sociedad de cultos que se encargan de tareas especializadas, sin saber del todo para qué se está especializando.
Este modelo de organizarnos, me suena haberlo visto en primaria, cuando enseñaban las diferentes formas de optimizar el trabajo en una empresa y te explicaban cómo funcionaban las fábricas de autos Ford. Los autos, antes de la industrialización y la división del trabajo los hacia una misma persona, que tenía como objetivo hacer un buen auto que se distinguiera del resto, pero para minimizar costes, se crea la fábrica y dentro de ella están los trabajadores. Cada sector de trabajadores se especializa en una función clara, dividida de la de los demás y es el coche el que va rotando por los diferentes sectores de la fábrica. Primero pasa por el sector de neumáticos, después por el sector de volantes y así sucesivamente, hasta configurar el auto.
Los trabajadores solamente sabían que entraban a la fábrica, ponían los volantes y se iban. Es decir, que ninguno de los trabajadores sabía lo que hacían los demás ni sabía cuál era el resultado final, en cualquier caso, si lo sabían, no les importaba, porque su trabajo estaba perfectamente dividido de los del resto y el resultado final era poco importante. Un trabajador del sector de neumáticos sabía más que todos los demás sobre cómo poner una rueda y sin embargo, no sabía que lo que salía de la fábrica no era una chapa con ruedas, sino, un auto.
Hoy en día seguimos el mismo modelo que las fábricas de Ford, ya que conseguimos individualizar nuestros saberes, separarlos y volvernos expertos en poner ruedas, o en su defecto, en cómo funcionan los recursos literarios y cómo aplicarlos. Nos convencimos de que a mayor especificación obtendríamos un mejor resultado global, que cuanto más supieran los literatos sobre el oxímoron y el lenguaje retórico mejor y mejor se volvería la literatura, poniendo a todos los cultos a pensar sobre ella, de la misma forma en la que el sector de poner clavos en la fábrica se especializaba cada vez más y más en clavos para mejorar la función y que no hubiera ni un solo clavo mal puesto.
Esto, no obstante, nos deja con más y más especializados en poner clavos o ruedas y concentrarnos tanto en una misma tarea, no solo nos hace perder la noción de los diferentes sectores de la fábrica que trabajan con nosotros, sino, que a su vez, nos hace perder de vista el objeto que sale de verdad de la fábrica, que a veces se nos escapa de la vista entre tanta culturización y especificación, pero que es, a fin de cuentas, la sociedad misma.
The Brutalist y el sueño frustrado
The Brutalist se presenta ante los críticos como la candidata ideal para ganar el Óscar, sin embargo su crítica se ve frustrada y los verdaderos motivos de la misma salen a la luz.
La nueva película de Brady Corbet se presenta ante los críticos como la candidata ideal para
ganar el Óscar ante la frescura de la cinta en VistaVision, su duración que obliga a un receso de
quince minutos y la calidad de su arte visual. Todo esto posiciona a la película de A24 como la
candidata ideal de los cultos. El largometraje consigue tachar todas las casillas necesarias para
ser considerada en un futuro como “clásico” y poder ser admitida en el cánon de la academia.
Esta nueva película se presenta como crítica ante la incapacidad de cumplir el sueño americano,
que en su día llevó a los expatriados europeos a emigrar hacia las capitales americanas, en busca
de esa tierra de posibilidades, libertad y ascenso social, contrapuesto a la precariedad y hambruna
de Europa tras la guerra. The Brutalist, por tanto, a pesar de estar ambientada en la posguerra
consigue ser relevante en la actualidad al relatar una problemática que aún (casi ochenta años
después) se repite. Nos sumergimos en la vida de un arquitecto húngaro que debe dejar su país y
su profesión en busca de un futuro mejor para él y su familia en tierra americana. Este
argumento, aunque simple, se nos presenta como cercano. Nos retrotrae a la realidad de Estados
Unidos y Europa, que reciben migrantes de América y África en busca de una vida digna.
No obstante, la historia de migración contada no es la de un ciudadano cualquiera, ni siquiera la
de un arquitecto cualquiera, por lo que el contenido de la película no es universalizable a la
experiencia migratoria en su conjunto. La elección de László Tóth como protagonista consigue
perpetuar el sistema meritocrático, en lugar de renegar de él, dado que gracias a su trabajo
extraordinario en la remodelación de una biblioteca, es reconocido como exponente del
brutalismo europeo y por tanto, se aprovecha de la relevancia de su trabajo en el mercado (tanto
económico como cultural) para poder ascender a nivel social y económico. Todo esto, sin
embargo, de la mano de un padre de familia de un pueblo americano con alto poder adquisitivo,
los Van Buren.
Durante la primera parte de la película, por tanto, nuestro protagonista consigue aquel ansiado
ascenso social, luego de haberse codeado con la élite presentada por la familia americana. De
esta forma, László es hospedado en la casa de los Van Buren, quienes le permiten mantener su
trabajo como arquitecto y consiguen reunirlo con su esposa y sobrina en tierra americana, tras
acelerar su proceso migratorio. Es así como comienzan a sentarse las bases de una clara relación
de dependencia y dominación entre los ricos americanos y los pobres migrantes, siendo estos
últimos dependientes del trabajo que los americanos puedan darles, apelando a la bondad y
piedad de la población oriunda.
La dependencia en un primer momento es sutil, pero tras la violación por parte del padre de
familia al arquitecto, la estructura de dominación ejercida se hace visible no solo para el público,
sino también para los protagonistas, quienes reconocen que habían sido engañados por el sueño
americano y que aquella nueva tierra de oportunidades no era más que una tierra en busca de
gente vulnerable, dispuesta a soportar la precarización económica como social. Ante los
protagonistas, Estados Unidos representa un lugar hostil, donde no son bienvenidos más que
como objeto, ya sea como una herramienta de ascensión cultural o como un objeto de dominio
sexual y económico. Podría decirse que en este punto de la historia las caretas se caen y se revela
la realidad de la sociedad, el lado oscuro y macabro del sistema meritocrático y los esfuerzos
inútiles de la migración como forma de escapar de la precariedad.
Sin embargo, la labor crítica a partir de este momento parece entrar en una contradicción. Hasta
este punto, la crítica parece clara, apelando a la mentira de la migración y la denuncia a la figura
de Estados Unidos como una “tierra de libertad y oportunidades”, cuando en realidad, está
encubriendo un sistema de dominación religiosa, económica y racial. Critica, por tanto, el
famoso “sueño americano”, ante la incapacidad de ascenso social en la tierra americana, por la
falta de igualdad de oportunidades. Es decir, que problematiza las estructuras de dominación
ejercidas sobre los inmigrantes al aprovecharse de sus situaciones de vulnerabilidad, pero decide
explícitamente no problematizar la necesidad de volver a emigrar que esta situación de
vulnerabilidad provoca. Por lo tanto, podríamos decir que las caretas que se cayeron, tenían
debajo otra careta escondida que nunca va a caerse en el desarrollo de la película.
Dado que la familia húngara es judía, deciden escapar del círculo vicioso de dominación
americano en busca de un lugar donde puedan ser reconocidos como sujetos. Dicho lugar no
puede ser Hungría, por los procesos de exclusión religiosa de la guerra, por lo tanto, el único
lugar posible es Israel, que había sido organizado como un estado independiente y judío poco
antes por las Naciones Unidas. Esta decisión de volver a emigrar no es problematizada, a pesar
de que las condiciones de vida de los protagonistas y sus esperanzas hacia el futuro sean las
mismas que al inicio del largometraje. Es decir, que la película se presenta como crítica ante la
dominación ejercida por los americanos sobre los inmigrantes, pero decide desligarse de toda
actividad crítica a la hora de pensar las consecuencias de dicha dominación, en este caso, la
necesidad de volver a escapar hacia una nueva tierra de oportunidades donde los protagonistas
puedan ser reconocidos como sujetos.
La película, por tanto, cae en una contradicción a nivel teórico, ya que decide dejar de
problematizar la hipocresía americana cuando los protagonistas deciden volver a buscar un
futuro mejor en otro lugar, en este caso, en Israel. Por tanto, la labor crítica con la que se
comprometía la película se deshace y nos damos cuenta de que las caretas iniciales eran
solamente una fachada, una apariencia de crítica. Es decir, que dentro de los márgenes de la
película, la necesidad de volver a emigrar de los protagonistas (a pesar de ser consecuencia de las
estructuras de dominación sufridas en tierra americana) no es puesta en tela de juicio, sino, que
se alza al final de la película como la forma de salvar a los pobres migrantes excluidos del sueño
americano. Esta falta de problematización nos lleva a una forma de justificar la migración al
estado de Israel y la avala como una forma de escape de la exclusión religiosa, sin dar cuenta, de
que se trata de una forma de dominación.
La crítica, por tanto, no termina, ya que olvida (o decide omitir) que la necesidad de escapar de
Estados Unidos de los protagonistas forma parte de aquello que estaban criticando al inicio. Para
el final de la película, por tanto, la crítica inicial parece disolverse y perder relevancia, dado que
al final de la historia todos los problemas que sustentaban la crítica al sistema meritocrático
como a la mentira de la migración, se resuelven o se olvidan. De esta forma, con la figura de
Israel como la salvación ante los problemas del sistema americano, se consolida la idea de que la
dominación se termina al volver a migrar, específicamente a Israel, haciendo que todos los
esfuerzos críticos del inicio se resuelvan en un par de escenas. Por tanto, la película que
pretendió ser crítica terminó haciendo apología al sistema actual.
En este punto, cabe plantearnos entonces: ¿Por qué se decidieron los creadores por esta crítica
específica, con la cual no pudieron (ni quisieron) comprometerse del todo? ¿Por qué decidieron
problematizar algo que no iban a terminar de criticar? Es así como The Brutalist se presenta en
lugar de crítica, como una película inacabada en su labor teórica, que no consigue dar en el clavo
a ninguna de las problemáticas planteadas al inicio de la trama. Entonces, nos retuerce una nueva
incógnita: ¿Qué relato esconde esta película con su apariencia de crítica?
En palabras de Brady Corbet, “la película es sobre acontecimientos históricos, no políticos” sin
embargo, su embrionaria aproximación crítica hacia la hipocresía del sueño americano parece
clara, no parece tan clara la decisión consciente de olvidar dicha crítica al final de la película con
respecto al surgir del nuevo sueño americano, pero ahora, con sede en Israel.
The Brutalist, por tanto, solo consigue hacer una crítica medio pelo sobre el capitalismo y decide
desligarse de toda actividad crítica más allá de ello. Decide, además, trazar una línea arbitraria
dividiendo lo que es digno de crítica de lo que no y en consecuencia de ello reniega de toda
lógica y coherencia interna del relato. Es así como en lugar de presentar una película de culto,
respaldada por una crítica fundamentada, nos entrega mera propaganda.